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Sangre y lágrimas

I Me tocaba la barba, reía. Recordaba aquel famoso silogismo; los hombres tienen barba, Cirilo tiene barba, Cirilo es hombre. Reía. Sabía que la premisa era falsa, pero me sentía hombre. Venían a mi mente imágenes de la mujer barbuda, reía. Tenía que reír, reírme de mí mismo y de la situación en la que me encontraba. Llevaba tres días sin comer por voluntad propia. Sentía degradante comer en una botella cortada y sin cubiertos; -¿comer con las manos?- , indigno. Al cuarto día comí, no por hambre, -que quede claro- sino por protección y sobrevivencia. Las alimañas que compartían la celda de castigo eran hombres violentos, irracionales. Detectaban el miedo y la debilidad como un empresario la oportunidad de negocio. Pero un negocio sucio y despiadado: "el descuento" . La máxima; antes que me peguen, prefiero pegar. La ganancia; el respeto. Tocaba mi barba y que agradable sensación después de un lustro sin sentirla. Eureka! Dios quiso que conociera este lugar para que volviera a

Koan 11

 Dormí nítido.

Koan 18

 Me meto al sobre y era.
 y nada aquí contengo una lágrima con esta sensación de lo frágil que es la vida lloro igual pero de apoco estoy en la cárcel no importa tanto tampoco por lo mismo por la muerte
Te amo Raco sentirte es saber que lo peor ha pasado

Era de Dios papito!

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Dije que no iba a jugar más al loto. Mentía. Era la víspera de mi cumpleaños número 39 y quise probar suerte por última vez; "mala suerte en el amor, buena suerte en el juego" , mentira! ni en el amor ni en el juego. Pero era mi cumpleaños asi que hice una oración y encomendé mi suerte a Dios. Oré a la ligera, lo reconozco, no era la primera vez que lo hacía. Pensé que Dios podría pasar por alto mi egoismo si prometía donar la mitad de mi fortuna a obras de caridad. Eran 4.200 millones, una cantidad grosera de dinero que me convertirían en el psicopata más acaudalado de Chile después del presidente de la república. La cosa es que aposté en la modalidad online utilizando mis números favoritos y todas las opciones disponibles: revancha, comodín de la suerte, para de sufrir y cagando sangre. Si no era una, era la otra. Recordé por un momento (y esto debería omitirlo) la entrevista que dio Ozzy Osbourne en donde reconoció el poder y la fama que le otorgó el "coleflecha"

Das liebesverbot, de como la música me salvó la vida.

En aquel momento mi corazón latía por derecho propio y la sangre fluía por inercia. Vivía en una celda de 2x3 m2. Habían 3 camas adosadas al muro, un baño, una pequeña ventana con grandes barrotes y celosía. La puerta de la celda era metálica de unos 5 cm de espesor y tenía una pequeña ventanita del tamaño de un billete. El dióxido de carbono era al aire como mi esperanza al vacío. En aquel espacio vivíamos 5 personas, 5 mundos tan distintos. Yo había llegado de los últimos y me correspondía dormir en el suelo, debajo de una de las camas. Me sentía como en la tumba, durmiendo en el nicho de una necrópolis de la desesperanza, haciendo patria con la araña de rincón (mi peor pesadilla) los chinches y las vinchucas. Por las noches me faltaba el aire. Hacía el esfuerzo de sacar mi boca por entre los barrotes para respirar una bocanada de vida. El instinto de mirar las estrellas chocaba con esa barrera llamada celosía; un obstáculo para iluminar mi espíritu con aquella luz inmarcesible que y

Dos caminos (sueño)

  Soñé que me encontraba al interior de un pequeño campo que estaba cercado por todo su perímetro. El pasto estaba crecido, parecía un lugar deshabitado, pero yo sentía que era mi campo. Cuando me vi a mi mismo, me fijé que llevaba puesta una túnica blanca y comencé a practicar tai chi. Luego me percaté que antes de llegar al pequeño cerco había una acequia que nos separaba. De un salto llegué hasta el espacio que quedaba entre la acequia y el cerco y comencé a caminar hacia el norte. Vi que por fuera del perímetro había una hermosa casa de madera pintada de blanco. El cerco en ese lugar estaba lleno de ajíes de color verde y yo sentía que esa casa era un lugar extraordinario. Luego me devolví y caminé hacia el otro extremo del perímetro. Allí había dos puertas; una daba hacia el Oriente y la otra hacia el sur. La altura del cerco llegaba hasta mi cintura. Cada puerta daba acceso a su propio sendero los cuales se perdían en el horizonte. El sendero de la puerta  Oriente se perdía en un