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Sangre y lágrimas

I Me tocaba la barba, reía. Recordaba aquel famoso silogismo; los hombres tienen barba, Cirilo tiene barba, Cirilo es hombre. Reía. Sabía que la premisa era falsa, pero me sentía hombre. Venían a mi mente imágenes de la mujer barbuda, reía. Tenía que reír, reírme de mí mismo y de la situación en la que me encontraba. Llevaba tres días sin comer por voluntad propia. Sentía degradante comer en una botella cortada y sin cubiertos; -¿comer con las manos?- , indigno. Al cuarto día comí, no por hambre, -que quede claro- sino por protección y sobrevivencia. Las alimañas que compartían la celda de castigo eran hombres violentos, irracionales. Detectaban el miedo y la debilidad como un empresario la oportunidad de negocio. Pero un negocio sucio y despiadado: "el descuento" . La máxima; antes que me peguen, prefiero pegar. La ganancia; el respeto. Tocaba mi barba y que agradable sensación después de un lustro sin sentirla. Eureka! Dios quiso que conociera este lugar para que volviera a

Exquisito exabrupto

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Somos seres espirituales viviendo una experiencia terrenal. Nietzsche diría que la mayoría de los seres humanos no somos más que un montón de estiércol humeante, que todo lo que importa realmente está aquí y ahora, que no existe más trascendencia para el ser humano que conseguir una férrea salud siguiendo estos simples consejos: 1_ Seguir nuestros instintos. 2_ Desechar toda creencia en un poder superior, especialmente la herencia cristiana que según él: es el peor veneno que pudo haberse inventado el hombre. 3_ conseguir ser poderoso o morir en el intento. Este pensador alemán que pasó sus últimos años de vida en un hospital psiquiátrico hasta morir en el año 1900, se atrevió a decir que el camino que tomó la humanidad adoptando los valores que postuló Sócrates y luego su discípulo Platón, a saber: lo bueno, lo bello y lo verdadero, fué la mácula que mancilló la verdadera identidad del hombre, su "esencia". Donde está lo bueno, Nietzsche vió lo perverso, donde se

La edad del sol

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La soledad se convirtió en mi mejor compañera y el silencio en mi mejor amigo. Las palabras son vacías cuando las pronuncian labios ajenos, sobre todo cuando me embarga esta pena, que no es de rencor ni de ira, sino de olvido. El viejo se fue hace años; era mi compañero, tantos años... Los niños crecieron y emprendieron vuelo, me cuesta recordar el sonido de sus voces. La señora que nos cuida nos habla, pero solo veo un continuo abrir y cerrar de labios. Yo era profesora de castellano. Le enseñé a leer a tantos chicos. Eran otros tiempos. Los niños me querían y me respetaban. Ahora ni me miran. Parece como si viviera otra vida, como si esta no fuera mi cara, como si el peso de los años tirara de mi piel. No quepo en este mundo, nada de lo que se hace, se hace pensando en nosotras.  A veces quisiera no estar más pero aún no pasa la carroza. Siento que estoy viviendo gratis. Yo ya quiero irme, encontrarme con mi viejo, él me entendería.