Exquisito exabrupto

Somos seres espirituales viviendo una experiencia terrenal.

Nietzsche diría que la mayoría de los seres humanos no somos más que un montón de estiércol humeante, que todo lo que importa realmente está aquí y ahora, que no existe más trascendencia para el ser humano que conseguir una férrea salud siguiendo estos simples consejos:

1_ Seguir nuestros instintos.

2_ Desechar toda creencia en un poder superior, especialmente la herencia cristiana que según él: es el peor veneno que pudo haberse inventado el hombre.

3_ conseguir ser poderoso o morir en el intento.

Este pensador alemán que pasó sus últimos años de vida en un hospital psiquiátrico hasta morir en el año 1900, se atrevió a decir que el camino que tomó la humanidad adoptando los valores que postuló Sócrates y luego su discípulo Platón, a saber: lo bueno, lo bello y lo verdadero, fué la mácula que mancilló la verdadera identidad del hombre, su "esencia". Donde está lo bueno, Nietzsche vió lo perverso, donde se aprecia lo bello, él vió lo horripilante y ahí donde se conoce la verdad él distinguió el error y la ignorancia de creer que la verdad está en un mundo más allá de lo evidente.

Es paradójico que el derrumbe mental y físico del mostachudo haya dado lugar a uno de los episodios más tiernos y bellos de la historia de la filosofía.

Se cuenta que en un frío día de invierno, Nietzsche caminaba por una de las principales calles de Gotinga en dirección a la panadería donde acostumbraba a comprar el pan para tomar desayuno. Al llegar a una esquina, los relinchos de un caballo le robaron la paz. La imagen de un hombre golpeando desquiciadamente con un látigo el lomo del animal lo conmocionó a tal punto que sacando las manos de su abrigo, se acercó velozmente para intentar detener la triste escena. Una vez frente al animal y quizás por el efecto del suelo mojado, el corcel resbaló cayendo de bruces emitiendo un fuerte sonido. Los ojos de pavor de aquella bestia dieron con los ojos de Nietzsche y súbitamente aquel distinguido filósofo alemán cayó de rodillas, depositando su torso sobre el cuello del animal y en un abrazo más allá de los límites de la razón, descubrió una verdad que lo llevó a perderse en los rincones más profundos de su mente, o en el mejor de los casos, a encontrarse con un sentimiento de amor que desbordó todos los aspectos de su ser.

La paradoja, la incertidumbre y el enigma, son esferas de las cuales el ser humano siempre ha querido escapar.

El más grande de todos los físicos teóricos fué fundamental en la creación de una de las bombas más terribles que haya conocido la humanidad.

Qué hubiera pensado el gran Nietzsche al saber que un exconvicto, un chandala, fué la figura que tomó las riendas del poder en una Sudafrica post apartheid?

Aquí dentro de la cárcel, la imagen del caballo recae sobre la figura del homosexual. Este es el vil apodo con el que suelen denostarlos. Sin embargo: tienen poder!! Muchos de ellos están en la cima de esta pirámide invertida que es el submundo del estrato social de la prisión. Ellos suelen transportar la caspa del diablo a lo "Papillón" es decir, al interior del recto, y por esto se hacen indispensables para quienes prefieren evadir la realidad. También son muy hábiles en el contrabando de teléfonos celulares, verduras frescas, y porqué no decirlo: en el arte de amar. La voluntad que demuestran al satisfacer los deseos carnales de sus amantes esporádicos es digna de admirar. Y es que en la cárcel la política sobre el tema de la sexualidad está sujeta a los más altos estándares expuestos en la carta fundamental de me importas una mierda. Este tipo de relación de la que hablo es secreta, tanto como el secreto de confesión o el secreto profesional de un médico o sicólogo. Y ésta información privilegiada, es un as bajo la manga.

No sé si Nietzsche fué homosexual, pero el dato importa, se configura la mente: miedo al rechazo, temor a la impronta de un padre severo. Probablemente no lo fué y aunque lo haya sido. Para mí Nietzsche fué un hombre espiritual. Lo intuyo cada vez que leo ciertos pasajes de su libro el caminante y su sombra.

El filósofo Francés Michel Foucault afirmaba que en la esfera mental, más allá de la genitalidad o de la creación cultural que nos define como hombre y mujer, el placer sexual que conlleva el erotismo y el coito estaba desprovisto de género. Se cuenta que por los años setenta este destacado pensador frecuentaba los sombríos tugurios sadomasoquistas de la bahía de San Francisco en los Estados Unidos. A él se le atribuye la invención del "trencito" y la "catapulta China" entre otros aportes como Vigilar y Castigar y las confesiones de la carne, cuarto tomo de su gran obra: historia de la sexualidad, que no alcanzó a corregir por morir de SIDA el año 1984.

Osho, el gran gurú indio que despertó las conciencias de la audiencia norteamericana, pensaba algo parecido a Foucault: que aquél que se relacionara profundamente con su lado femenino y masculino, podría descubrir en sí mismo un maravilloso y fascinante placer. Osho no murió de SIDA, lo mataron por consecuencia de su oficio: enseñar a pensar.

El punto de este relato que nace mientras me fumo un cigarro al compás de un  amargo mate caliente, es que no hay punto, o todos los que quieras. No sé. Hay mucho ruido a mi alrededor. Mis amigos muelen pastillas de dudosa procedencia para esnifarlas puesto que de este modo "el efecto es instantáneo". Es que sufren de migraña crónica. Bueno, no soy mejor ni peor que ellos, ni de los que están gritando para que les envíen su anhelada caspa del Diablo impregnada en mierda.

Pensé por un momento en la cuestión del poder en contraste con mis convicciones cristianas y nació esto. Quisiera compartirlo con mis hermanos en la misa o reunión del domingo pero soy demasiado cobarde para concretarlo. Soy más bien de los que huyen del poder. Soy más parecido a Orígenes, uno de los padres de la iglesia católica que sintiéndose atraído por las fuerzas del líbido y en un arrebato de celo angelical decidió castrarse así mismo. Bueno, ni tan parecido, pero suelo ahogar mi voz, mi voto, envenenado por la culpa y la duda, inmóvil por el miedo, prefiero el silencio. Hastiado del teatro de las máscaras, viviendo entre leones con distemper voy como un mudo desvariando, elucubrando, perdiendo el hilo como Teseo, aunque si me encuentra el Minotauro, más le vale poner el poto pa' la muralla. Amén


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