Vicalgut

Hoy bajaron entre dos personas al picachu, un venezolano de 20 años de edad el cual estaba aislado con otros extranjeros en el cuarto piso de la torre en la que habito. Iba pálido como el queso fresco. Dicen que se pegó una puñalada en el cuello, otros opinan que intentó ahorcarse y que el peso de su cuerpo hizo que se lacerara el cuello. Suposición tras suposición. Le tocó difícil al Hernan, una vida rápida. Yo lo traté cuando vivió en mi piso. El muchacho me contó que salió de Venezuela caminando. Cruzó la frontera con Ecuador y caminó y caminó. Nunca pregunté porqué cayó, no pregunto weas, pero no sé, me conmovió su historia. La gente que no ha caído generalmente juzga, piensan que somos todos malvados, quizás lo seamos. La cosa es que cuando estás dentro y te relacionas, comienzas a conocer a la persona más que al delito y comprendes otros aspectos. El Hernan era débil, se dejaba manipular por los más fuertes. Lo golpeaban porque si, lo insultaban y denigraban. Se aprov

Tierra. Cuando niño estaba más cerca de la tierra, mientras más crecía más me alejaba. El aroma de las raíces era fresco e intenso, mis uñas estaban negras y el piñén era parte de la piel. Solía recorrer la calle de la feria luego de la jornada, buscaba sus regalos por doquier; tomates, lechugas y duraznos. Escogía la fruta madura con avidez, y procuraba una ración extra para el camino. La vida era más simple en aquel entonces. El tiempo era una dimensión desconocida, los días eran calmos y extensos. La luz del sol era objeto de contemplación, las nubes eran colosos en el cielo que albergaban formas vivas, cientos de asombrosas figuras. A veces escarbaba la tierra buscando la semilla del zapallo, la forma seca era deliciosa. Alguien me contó que salian piojos al comerlas. No volví a probarlas.  Recogíamos piedras que uniamos al  envoltorio de las uvas, un nylon muy delgado. Luego de lanzarlas con fuerza hacia el cielo, disfrutábamos siguiendo el trazo libre, ese vuelo lento qu