Das liebesverbot, de como la música me salvó la vida.
En aquel momento mi corazón latía por derecho propio y la sangre fluía por inercia. Vivía en una celda de 2x3 m2. Habían 3 camas adosadas al muro, un baño, una pequeña ventana con grandes barrotes y celosía. La puerta de la celda era metálica de unos 5 cm de espesor y tenía una pequeña ventanita del tamaño de un billete. El dióxido de carbono era al aire como mi esperanza al vacío. En aquel espacio vivíamos 5 personas, 5 mundos tan distintos. Yo había llegado de los últimos y me correspondía dormir en el suelo, debajo de una de las camas. Me sentía como en la tumba, durmiendo en el nicho de una necrópolis de la desesperanza, haciendo patria con la araña de rincón (mi peor pesadilla) los chinches y las vinchucas. Por las noches me faltaba el aire. Hacía el esfuerzo de sacar mi boca por entre los barrotes para respirar una bocanada de vida. El instinto de mirar las estrellas chocaba con esa barrera llamada celosía; un obstáculo para iluminar mi espíritu con aquella luz inmarcesible que y...