El Lucero eres tu

Las condenas son de sombras, dicen. Un retorno al germinar del ser; sin úteros, sin vientres, sin trompetas anunciantes del milagro de la vida.
Las luces se apagan, los velos se entrecierran, los actores se repliegan y el proscenio así, deshabitado, se adueña del silencio.
¿Qué queda de la sillas, las tablas, los ropajes, los cuerpos poseídos, los sonidos de las risas y los llantos?: el silencio, una imagen en la memoria y en el gusto un dejo, Olvido.
Las condenas son de sombras, dicen. Artistas de lo absurdo, intérpretes del mal, habitantes de un hexágono desvaído.
¿Donde están las estrellas? amadas compañeras de momentos mitológicos.
¿Donde están? Añoro su luz titilante, su belleza romántica, emoción por emoción y nada más. Están prohibidas, dicen.
¿Qué queda de los cielos diáfanos, del cantar de los grillos, del orden milenario de los círculos volcánicos, senos desnudos, ojos vidriosos?: el silencio, una imagen en la memoria y un milagro:
el lucero desciende ante la maravilla de mis ojos,
el lucero de labios carmesí,
el lucero eres tú.

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